le nuove convenzioni dell’avanguardia artistica
degli anni Sessanta che definiva gli elementi per
un linguaggio delle forme autonomo”. Descrive
quindi lo spirito di un’epoca che ha influen-
zato in modo determinante la nostra immagine
dell’avanguardia degli anni Venti, riferendosi
ad essa.
Alla fine degli anni Settanta entrò in scena il
design d’autore che inizialmente viaggiava mano
nella mano con l’arte. Sia Rolf Fehlbaum che
Alberto Alessi iniziarono con la produzione di
multipli, quindi di oggetti a tiratura illimitata,
prima di entrare nell’azienda paterna e speri-
mentarvi la collaborazione con varie personalità
del design. Sia Fehlbaum che Alessi, ognuno in
modo specif ico nella propria azienda, comincia-
rono a legare il design sempre meno diretta-
mente a finalità di fatturato, quanto piuttosto a
strategie indirette, ma affatto inefficaci del mer-
cato artistico. Ne nacquero – ad esempio in Vitra
Edition – oggetti di collezionismo, pezzi unici,
che offrivano agli estimatori ben oltre l’aura di
un classico. Potè quindi crearsi un ambito con-
flittuale tra arte e prodotto di serie, soprattutto
perché i designer fecero di nuovo riferimento
– come i loro predecessori negli anni Venti –
all’efficacia e all’importanza sociale dei loro
progetti. Imprenditori e designer si ritenevano
neo-avanguardisti che non creavano solo plus-
valore commerciale, ma anche culturale. E così
uno dei primi edifici del nuovo Campus di Weil
am Rhein è stato il Vitra Design Museum di
Frank Gehry. La campagna pubblicitaria “perso-
nalities” con nomi eminenti del mondo cine-
matografico, musicale, teatrale e artistico ha
contribuito alla notorietà del mobiliere, come
pure la “Miniature Collection” che riproduce in
scala 1:6 oltre ai propri classici, anche quelli di
altri produttori e diffonde così il principio del
collezionismo di mobili en miniature. —
También en otras áreas de nuestra vida diaria
estetizada los clásicos tienen una importancia
destacada. Karsten Hintz, responsable de la tienda
del archivo de la Bauhaus en Berlín, es decir,
de la vinculación comercial de esta institución
histórica con la época actual, escribe en un
artículo para el libro “Bauhaus” (Edit. Jeannine
Fiedler y Peter Feierabend, Colonia 1999),
inequívocamente, “nuestra imagen de la Bauhaus
está plagada de reconstrucciones.” Y continúa:
“La selección de los objetos fabricados tiene
que ver con nuestra estética actual, del mismo
modo en que se han realizado los cambios.”
Donde más se nota es en las sillas de acero con
ruedas de Breuer, que en los años 20 “se reves-
tían originalmente con tela, nunca con cuero.”
Esta podía ser de un color fuerte, como el basti-
dor lacado; “hoy en día quizá demasiado senci-
llo y vivo para un clásico.” Y sobre la búsqueda
del supuesto original, Hintz continúa escribien-
do: “Ningún producto de la Bauhaus está más
sometido al fetichismo y a la postración ante el
original que la lámpara Bauhaus. Y precisa-
mente de esta no existe “el” original. Lo que se
convirtió en clásico fue un re-diseño: la hoy tan
citada proporción de todas las partes se desa-
rrolló en 1980, cuando Wagenfeld modificó
la lámpara.” E incluso esta modificación se ha
transformado a su vez y se ha perfeccionado,
para bien del producto y de sus compradores.
Hintz informa que las sillas con tubos de acero
de la Bauhaus, que sólo conocemos y aceptamos
cromadas, o en el mejor de los casos niqueladas,
se ofrecían en un catálogo de 1930 en 14 colo-
res, entre ellos amarillo limón, verde guisante y
violeta. Esto debió resultar entonces más barato,
aunque también menos duradero. La imagen del
clásico: se produce finalmente en la mente del
observador.
“Formas geométricas básicas, colores primarios y
abstractismo,” escribe la historiadora del diseño
Gerda Breuer en su libro “La invención del clá-
sico moderno” (Stuttgart, 2001), “formaban parte
en los años 60 de las nuevas convenciones de
una vanguardia de artistas que estableció sus
elementos para un lenguaje autónomo de las
formas.” De este modo, describe el espíritu de
una época que ha caracterizado decisivamente
nuestra imagen de la vanguardia de los años 20,
haciendo referencia a ella.
A finales de los años 70 apareció el diseño de
autor, que al principio iba de la mano con el arte.
Tanto Rolf Fehlbaum como Alberto Alessi
empezaron con la producción de “múltiples”,
objetos de tirada ilimitada, antes de entrar en las
empresas paternas y de experimentar la colabo-
ración con diferentes personalidades del mundo
del diseño. Relacionando el diseño con los obje-
tivos de ventas indirectos menos que con las
estrategias indirectas (aunque no inef icaces) del
mercado del arte, es como Fehlbaum y Alessi
empezaron en sus empresas, cada uno a su
manera específica. De este modo se crearon
(por ejemplo en la Vitra Edition) objetos de
coleccionista, ejemplares únicos, que ofrecían a
sus adeptos algo más que el carisma de un clá-
sico. El campo de fuerzas entre el arte y el pro-
ducto en serie fue posible sobre todo porque los
diseñadores (al igual que sus antepasados en los
años 20) volvían a referirse al prestigio social y
a la importancia de sus diseños. Los empresarios
y los diseñadores se consideraban neo-vanguar-
distas, que no solo buscaban el valor económico,
sino también cultural. Así, una de las primeras
edificaciones en el nuevo Campus de produc-
ción en Weil am Rhein fue el Museo Vitra
Design de Frank Gehry. La campaña publicitaria
“Personalities”, con famosos del cine, la música,
el teatro y el arte, contribuyó al conocimiento del
fabricante de muebles tanto como la “Miniature
Collection”, que reproducía modelos propios al
igual que muebles clásicos de otros fabricantes a
escala 1:6, propagando así el principio del colec-
cionismo de muebles en miniatura. —
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